POR EL TURÍSTICO CÍRCULO DORADO






Una vez entregado en el hotel nuestro coche de alquiler (puntuales 00. Es decir, quedamos a las 9, y justo cuando los dígitos del reloj marcan las 9:00, se abre la puerta del hotel. Allí está el representante de la agencia Geysir) nuestro primer día en Islandia lo dedicamos a recorrer el turístico Círculo Dorado con nuestro Citröen C4. Es lo más visitado de Islandia, con lo cual es inevitable toparte con más gente. De hecho, es la prueba inevitable de que estás llegando a una atracción turística: poder ver a alguien más. Hasta que llega ese momento en el que los humanos vuelven a aparecer frente a nosotros el recorrido se reduce a una carretera de un carril por sentido que se adentra en la más virgen naturaleza. Un terreno verde, pero árido debido al carácter volcánico de la isla. Es muy, pero que muy raro ver un solo árbol.

Al llegar a Thingvellir, observamos la brutalidad de la naturaleza. Aquí confluyen las placas tectónicas de Norteamérica y Europa, provocando una gran fisura y desnivel de unos 70 metros. Grieta que cada año va ampliándose unos 3 milímetros. Parece la cremallera de un gran chaquetón que cubre toda la Tierra y que aquí en Islandia le ha dado por desabrocharse. ¿Será por el calor que emana este país de hielo y fuego?
La lluvia empieza a estropearnos el primer día en la isla. Los 13 grados se agradecen, al cielo encapotado tampoco le hacemos feos, pero…¿que llueva? Eso no me hace ninguna gracia.

Además de ser famosa por la fisura, Thingvellir lo es porque allí se formó el primer parlamento islandés por el año 930. ¡Casi nada! Y eso que los vikingos eran unos salvajes, sin civilizar. El entorno es…llamémoslo diferente. Bonito…sí, pero diferente. No todos los días puede uno andar por esa cremallera del mundo, y ver cascadas tan limpias que en ciertos puntos la caída de agua (que os recuerdo que suele ser blanca) es completamente transparente. Apetece beber de ellas. Así como de los riachuelos que discurren bajo la falla geológica. En esta parte, en la de abajo, hay una diminuta iglesia junto a un pintoresco cementerio. Vale la pena visitarlo, aunque sea por curiosidad.

De camino a Geysir, tenemos la fantástica idea de acortar en línea recta. ¿Para qué vamos a ir por una de las carreteras principales si por esta carretera de un “color diferente” llegamos mucho antes? No sé si antes, pero sí que con el culo destrozado. Baches sin parar, primera, segunda, otra vez primera, te cruzas con un 4X4, lo maldices, ves a unos ciclistas, te alegras de ir en un utilitario, primera… Así durante 12 kilómetros de un paisaje fantástico.

Geysir. Una sola palabra madeiniceland que define todo un espectáculo de la naturaleza. Los chorros de agua envueltos de la aura misteriosa de las fumarolas lo dejan a uno con la boca abierta y el dedo tonto de querer captar con la cámara el momento mágico de la tierra escupiendo agua caliente. Cada 6-7 minutos aproximadamente Strokkur, que no Geysir, lanza su chorro de agua. Es la máxima atracción desde que la fuente que da nombre al pueblo y a la zona geotermal dejara de funcionar. ¿La razón? Los “bienintencionados y apacibles” visitantes que tiraban jabón y piedras hasta que taponaron Geysir del todo. Y de eso ya hace más de 50 años. Si el chorrazo deja sin palabras, más enmudece el hinchazón que lo precede. El agua hirviendo, y creando una gigantesca burbuja azul, que explota ante el click-click-click de las cámaras que intentan inmortalizar todo el proceso. Y yo no iba a ser menos. Eso sí, para conseguir el momento oportuno volvimos hasta en tres ocasiones a lo largo del día por ver si el cielo nos daba una tregua. Al final de la tarde, llegó.

De ahí, fuimos a ver la cascada de Gullfoss. Impresionante caída de agua que parece posar para ti, ya que tiene multitud de perfiles, que la hacen diferente. Desde arriba, hasta sus pies…

Hacer turismo cansa, y haber recorrido 250 kilómetros también. Así que decidimos rematar el día en uno de los restaurantes más recomendados de la capital islandesa: Saegreiffin. Una taberna portuaria donde sirven pinchos de pescados varios, incluidos los de ballena. No lo probamos, ya que el sabor a hígado que tanto me habían comentado no es de mi agrado. El local es curioso, pero NO recomendable. La comida deja bastante que desear.

RECORRIDO: Reykjavik-Círculo Dorado-Reykjavik (250 km.)

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