YA ESTAMOS EN LA TIERRA DEL HIELO Y EL FUEGO


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Velkomin! Así nos recibe un país con la mitad de población de la provincia de Castellón. En 1996 rebasaron la cifra de 300.000 y la que montaron. Llegar a Islandia es aterrizar en otro mundo, y no porque el aire que se respira sea puro desde que salimos del aeropuerto. Sino porque todo en sí lo hace un país moderno. Para empezar cualquier cosa se puede pagar con tarjeta. Desde un insignificante café, a un mapa en la oficina de turismo, o un periódico en el kiosco.

La seguridad (creo que el término inseguridad, robos, etc. todavía no los han acuñado en su diccionario) es un factor que ayuda a sentirse cómodo, como un islandés más. Y mira que nos parecemos poco. Que retahíla de rubios/casi albinos hemos visto desde nuestra llegada. Hasta tal punto es seguro que al alquilarnos el coche con el que daremos la vuelta a la isla, y que estará permanentemente cargado con maletas, observamos que no tiene bandeja y el maletero queda al descubierto. Al decírselo a la agencia, nos dice que no nos preocupemos. En Islandia no hay robos. Tendremos que fiarnos. ¡Qué remedio!

Otra cosa que podemos desmentir de lo que nos habían contado es que aquí no hay cortinas. Sí las hay, lo que no existen son las persianas. Y menos mal que algunas cortinas son tupiditas ya que nos está amaneciendo sobre las cuatro y pico de la mañana, y sería imposible dormir.

Con esta reducida visión de Islandia aterrizamos en la que llaman la isla del hielo y el fuego.

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